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Hogar.

Anoche, mientras me decías que olía a oasis, solo era capaz de pensar que tu olor es comparable al de un hogar. Lejos de lo exótico que suena en comparación a "oasis" te diré que no hay mejor aroma que este.  Primer abrazo del día, ocho de la mañana, me acurruco en tu cuello y estás ahí. Justo con la energía necesaria para hacerme sentir un poco más valiente y afortunada. Segundo round, el regreso a casa, me acurruco de nuevo en tu cuello y estás ahí. Justo donde me siento a salvo, justo donde me haces sentir mejor persona. Todos somos una mejor versión de nosotros mismos cuando estamos entre paredes familiares ¿no es cierto? Tal vez, pensándolo mejor, no se sea la mejor versión de uno mismo pero sí la más real.  Eres el lugar donde quiero estar y tu aroma, el mejor con el que podría haber soñado vivir.

Quererte en fase REM.

Choque frontal. Apareces en forma de sueño. Siempre de forma intermitente. A días y a meses. El golpe es siempre el mismo. Húmedo y ruidoso. Levantarse empapada con un único pensamiento: J o d e r. Otra Puta vez. He recordado,   entre fase y fase, el día que me enteré de lo que tú y yo sabemos, de lo que todo el mundo supo pero nadie se atrevió a contarme. Un secreto a voces y el silencio como elección para evitar el dolor. Pero lo descubrí. Y escuché mi dolor escalando   la vieja frontera que construí   con mis propias razones. Encontré   a mis pensamientos buscando,   de nuevo,   entre esas razones. Intenté darle sentido al motivo del antiguo adiós, al porqué del confuso latido otra vez. Me asusta darme cuenta que el olvido no solo es cuestión de tiempo. Que aquí dentro sigue habiendo cuentas pendientes que yo desconocía. Debe ser que mi memoria intransigente   no acepta que no estés. No debe saber aún que tu idioma y el mío es diferente. Que tu nombre ya no es mío,   y que el mío, h

Si tu quieres, te hiero.

  El precedente. Tu perfume desbordándolo todo, sin permiso y con alevosía. Tú, mirándome o devorándome. Juraría que ambas suenan a gloria.  Juraría que hace unos segundos existía lo conocido como distancia de seguridad entre tú y yo.   Has agarrado mi mano y la música ha dejado de sonar a mi alrededor. Mi vulnerabilidad te hace fuerte y no puedo evitar tener la sensación de ser el borrador de un escritor que mañana se arrepentirá de habernos creado.   Pero llega el silencio. El silencio previo a. Y el “no” que nadie pronuncia, porque hace tiempo que ambos sentimos que sí.   La razón ha dejado de dar órdenes porque el corazón no quiere escuchar. Hoy no quiere ser juzgado, no quiere verse obligado a decir que no.   Hoy no.   Y llegan. Los maravillosos segundos en los que se pierde la noción del tiempo y los ojos se encuentran. Nuestros labios encajan a la perfección, como un puzzle que empieza a cobrar sentido con

El olor a tierra húmeda.

Colocamos la cama debajo de la ventana un poco por obligación pero la verdad es que ha sido todo un acierto. Anoche había tormenta, abrimos la ventana y nos tumbamos a ver el espectáculo. Por la calle, a lo lejos, deambulaba lo que parecía una especie de borracho. Debatimos la posibilidad de que el pobre señor tuviera algún tipo de problema en las piernas pero no, no creo. Agarrarse a un semáforo nunca es una buena señal. Cruzó cauto el paso de cebra aunque poco tardó en meterse en la carretera dando tumbos. Cuando temí por su vida lo perdí de vista. A todo esto, he leído un libro increíble que decía: "¿Qué harías si tuvieses que escoger una palabra para definir tu estado vital?". No puedo evitar pensar que, ahora mismo, mi estado vital es un poco como el estado de ese señor. Tropiezo y las piedras llevan mi nombre. No sé si me explico. A días me acaricio la piel, me susurro que todo irá bien y me permito el lujo de decir en voz alta: "Soy valiente, puedo con esto"

Y sé feliz.

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Al inicio del confinamiento (es posible que lleváramos una semana encerrados no más), mi hermana entró al salón pensando en voz alta que no sabía cómo Ana Frank había podido aguantar encerrada en una casa durante dos años y medio. No fue masoquismo, lo juro, simplemente curiosidad. Comencé con ganas y a días tuve que dejarlo, estar encerrada y leer un libro sobre el encierro, depende del ánimo, ayudaba más a hundirse que a levantarse. No he terminado de leerlo pero quisiera compartir con vosotros dos fragmentos del diario y alguna reflexión. En el primero se refleja lo que a día de hoy sigo viviendo,  días de auténtico desánimo. En el segundo, un subidón de felicidad.  Eso era su vida en aquel momento y lo es la mía en éste, una montaña rusa de emociones . Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba cuando me consolaba a misma de la misma manera que lo hacía Edith Frank. Pensar que otros podían estar en una situación peor era mi propio consuelo, ¿pero, y si ocurre lo peor? El

Apatía indiscriminada.

Cierro los ojos, ni el breve tacto del viento liviano desde mi balcón sirve para equilibrar sentimientos. Voy a serte sincera, nada evita la sensación  de soledad desazón tristeza fragilidad agotamiento impotencia. Porque no miento si te digo que suelo  o solía ser fuerte, porque ya no se en que día desvivo, solo sé que deambulo  sola taciturna triste frágil consumida inútil por mi hogar. Que mi mente anda trabajando 24 horas al día decidiendo a quién echa más de menos. Si a ti o a ti. Así que, henos aquí, en este debate interno, de lunes a domingo cabeza y corazón.  Que yo solo quiero atravesar la puerta, tocar cielo, también la tierra, y romper este hielo que congela mi yo más feliz. Volver a casa ver a los míos, los nuestros, y con lo puesto: el amor, fundirnos en un tierno abrazo que signifique que el clamor de nuestros aplausos fue la fuerza que hoy nos mantiene con vida. #ConR

En el aire.

Eso es el amor. Echar de menos: el éxtasis que provoca la búsqueda frenética de la mirada des-conocida, del subidón del beso sin aliento, de los labios que con tiento erizan la piel por primera vez. El calor de la mano que aparta el pelo y agarra la cara, porque el mundo no se acaba, pero lo parece porque el cielo, luce hoy para ti. La pausa previa a la mirada. La prisa del desvestir, la ansiedad del mordisco en el lóbulo, permitir el suspiro en el oído, a contrarreloj. El afán de las manos nuevas que buscan y encuentran. El deseo, pecado eterno, de libertad. Y a pesar de ello. A Pesar De Todo Ello. Seguir eligiéndote todas y cada una de las noches al volver a casa. Eso es el amor.