Y sé feliz.

Al inicio del confinamiento (es posible que lleváramos una semana encerrados no más), mi hermana entró al salón pensando en voz alta que no sabía cómo Ana Frank había podido aguantar encerrada en una casa durante dos años y medio. No fue masoquismo, lo juro, simplemente curiosidad. Comencé con ganas y a días tuve que dejarlo, estar encerrada y leer un libro sobre el encierro, depende del ánimo, ayudaba más a hundirse que a levantarse. No he terminado de leerlo pero quisiera compartir con vosotros dos fragmentos del diario y alguna reflexión. En el primero se refleja lo que a día de hoy sigo viviendo, días de auténtico desánimo. En el segundo, un subidón de felicidad. Eso era su vida en aquel momento y lo es la mía en éste, una montaña rusa de emociones . Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba cuando me consolaba a misma de la misma manera que lo hacía Edith Frank. Pensar que otros podían estar en una situación peor era mi propio consuelo, ¿pero, y si ocurre lo...